Volver al trabajo. Abrazar la rutina y sumergirse en las mil y una tareas que nos ponemos a diario. Desconectar. Pensar que no duele. Darte un respiro. Dormir. Y si los sueños ahogan, apartarlos. Olvidarlos.
En esas estamos. Ahí es donde he pasado estos últimos meses de silencio. Ha sido un verano difícil en lo personal y el otoño no ha empezado mejor: las malas noticias cuando llegan, nunca vienen solas. Habitualmente, desde pequeña, cuando algo malo me ocurre siento una necesidad irrefrenable de escribir. (Sí, soy de esas que escribo poesía cuando muero de pena… El optimismo siempre lo he tenido por más prosaico). Sin embargo, esta vez -ahora que realmente ha pasado algo imborrable en mi vida, algo que la ha cambiado para siempre-, por extrañas razones, no he podido escribir nada hasta hoy. Dos meses exactos después. Una eternidad. O ayer. Depende de cómo se mire.
Sea como sea, aquí estoy de nuevo, para probarme (para probaros) que no he abandonado, que sigo. Que estoy. La vida -como el amor-, es injusta demasiadas veces, pero merece la pena. Por mí y por todos aquellos que ya no siguen, que ya no están.
Volver al trabajo ayuda. Así que toca retomar el ritmo y escribir. Los cambios que se han producido en el sector del posicionamiento, la redes sociales e Internet en los últimos meses dan para mucha literatura, de modo que tomaré aliento, lápiz y papel y me pondré con ello. Un post a la semana. Prometido 🙂
Gracias a todos por seguir ahí. Y bienvenidos a todos los que en este tiempo os habéis unido. Espero, como siempre, vuestros comentarios y aportaciones. Siempre es interesante (y reconfortante) leeros.