Más de 11 años dedicados al
periodismo han dado para muchísimo más de lo que muestro aquí. Éstas son solo pequeñas piezas que he podido rescatar de esas hemerotecas perdidas por Internet. Ni las que más me gustan, ni las que más me llenan de orgullo. Pero nunca fui una
periodista lo suficientemente ordenada como para guardar un buen archivo de crónicas y reportajes. Mi colección de mudanzas ha ayudado haciendo desaparecer disquetes, cds y cajas llenas de reportajes, documentación y alguna que otra añorada agenda…
Aún así, muchos trabajos no pude guardarlos más que en la memoria: el viento se ha llevado algunos de esos primeros nervios que me apagaban la voz cuando no era más que una novata en los
informativos de RNE y de
EFE Radio. No conservo tampoco aquel
teletipo de Europapress con el que conseguí dar antes que nadie el resultado electoral que hacía a Fraga perdedor por primera vez y última en su querida Galicia. Tampoco tengo archivadas las conversaciones de las que tanto aprendí (y hasta he perdido algunos teléfonos de todos esos increíbles profesionales con los que me he ido tropezando a lo largo de mi carrera de periodista. Una pena, lo sé).
Faltan además los días de pleno de ayuntamiento, las eternas jornadas de sesiones parlamentarias, las
ruedas de prensa de última hora, las largas e intensas
coberturas que me tocaron en suerte y algún que otro susto en mayúsculas: Recuerdo un día que llegué a trabajar 21 horas seguidas, sin salir de los juzgados… Mi fotógrafa, que también batió su récord, me dijo: «Mañana no me llames a menos que se hunda la isla». La isla no se hundió, pero ese domingo de agosto, después de haber dormido apenas 3 horas y estando sola de guardia, me despertó una amenaza de bomba de ETA en 3 locales públicos de Palma… Fue un trabajo durísimo (gracias a todos los
compañeros de EFE que me ayudaron a sacarlo adelante), pero como casi siempre en
periodismo, el esfuerzo mereció la pena.