Por Eva Diz
La fase delete está en marcha. Ayer por la tarde saqué de mi ordenador todo lo que lo convertía en mío: fotos, vídeos, enlaces, temas de nevera (de esos que saben tan ricos cuando llega el fin de semana y no hay ni para picar comunicados) y hasta manuales de texto. De mí solo le quedan dos pegatinas de fruta junto a la pantalla y el código para entrar. Ah, y la foto del fondo de pantalla, que la dejaré allí hasta el final.
No lo voy a negar: esto de borrar mi propio rastro está siendo duro. He intentado rescatar todo lo que he escrito pero es una empresa tan excesiva que he optado por copiar solo aquellos teletipos que vieron su luz con nombre y apellido (ahora lo pienso y sé que tenía que haber firmado alguno más). Ha sido como viajar en el tiempo. He visto cosas que ni recordaba haber hecho y he caminado tanto que me sorprendo.
En resumen, y esto podemos considerarlo todo un éxito: he logrado meter tres años y pico en dos cajas de zapatos, una bolsa y un pen. Demasiados recuerdos para poder olvidar.
Ha sido un comienzo de semana productivo a pesar de haber empezado el lunes perdiendo mi anillo fetiche, el que ocupaba mi dedo pulgar desde hace once años inseparables. Es una señal, diréis todos. Pues no sé…, la verdad es que estoy un poquito harta ya de mensajes cifrados, señales del futuro y símbolos del más allá que vendrían a decirme que me espera una vida fantástica detrás de todo este embrollo. En fin. Aviso: si viene el espiritu santo a verme, no estoy, a menos que venga a devolverme mi anillo, claro.
El fin de semana tampoco fue para echar cohetes: me entregué a la pereza, la autocompasión, a la comida en grandes cantidades y las series americanas (creo que gané dos kilitos al menos). Sólo en la tarde del domingo me vi tooooooda la miniserie «The Pacific», de Steven Spielberg (Bélica. Muy recomendable para todos aquellos a los que les gustó «Salvar al soldado Ryan»).
Pero no me culpen, estoy tratando de enmendarlo. Aquí me tienen actualizando el blog y a punto de sentarme a estudiar el C de catalán.
Por último, os dejo las reflexiones sobre el futuro que nos aportaron unas cañas que anoche nos tomamos los compañeros de redacción:
«-Ya tenemos perro y gato, y ahora ¿hacia qué animal nos dirigimos?
-Bueno, yo tengo dos gatas ya…
-Sí, entonces a mí qué me espera: yo tengo tres.»