Por Eva Diz
Adiós. ETA dice que abandona la violencia. Zapatero compareciendo ante los medios. Las televisiones pinchándolo en directo… y yo sudando en el gimnasio, dejándome las piernas en la cinta y con los ojos como platos. Mierda, esta noticia sí que me hubiera gustado cubrirla.
Ya no puedo. Y ahora estoy en casa recordando cómo fueron algunos de los momentos más intensos de mi carrera, porque, por desgracia, llevan aparejado el nombre de ETA.
Cubrí los últimos atentados mortales de ETA en territorio español. Verano de 2009. Estaba en Palma, trabajando de redactora en la Agencia EFE, cuando a plena luz del sol -en un mediodía perfecto de julio-, una bomba acabó con la vida de dos guardias civiles en el cuartel de Palmanova, en Calvià. Iba a salir a comer cuando supimos la noticia. Ese día no comí. Y no salí de la redacción hasta las doce de la noche: En casos así, trabajas como un loco, llevado por una fuerza que no entiendes muy bien de dónde viene, incluso cuando han pasado más de 12 horas desde que saliste de casa por la mañana.
No negaré que fue muy difícil en lo personal, por la dureza de los hechos -que te golpean con cada tecla que pulsas-, y muy emocionante en lo profesional, al descubrir tu brutal capacidad de trabajo en circunstancias tan extremas. Ahora lo recuerdo como intensísimo. Supongo que entonces no tuve tiempo ni de pararme a medirlo.
Apenas unos días después, un domingo que me tocaba guardia y estaba yo sola en la redacción, otro aviso: «Eva, dicen que ETA ha colocado bombas en varios restaurantes de Mallorca» . . .ein??!!!!!! Sí, imaginaos como te quedas cuando oyes esto.
Lo primero que hice fue pensar ¿en varios restaurantes de Mallorca? ¡Pero qué coño de información es esa! Es como encontrar una aguja en un pajar con la de bares que hay en esta isla por metro cuadrado. Y yo sola. Mierda. A hacer llamadas, a moverte por la ciudad, a buscarte la vida pero a salir de esta co-mo se-a. El único nombre que me habían dado era Garrigoyeta. Poco podía hacerse teniendo en cuenta que no existía nada llamado así.
Pero salí del paso. Más bien me estalló, estallaron: Hasta 4 bombas repartidas por toda la ciudad de Palma. Una enfrente de la redacción de EFE. Por suerte, esta vez no hubo ningún herido.
El Garrigoyeta resultó ser un restaurante italiano llamado La Rigoleta, pero cuyo nombre, al parecer, en la cinta de la llamada de ETA avisando de las bombas no se entendía bien (!). Es una anécdota que siempre cuento, porque con estas cosas hay que poner un poco de distancia. Si no, no puedes funcionar.
Fue un domingo infernal: Había dormido solo dos horas porque el día anterior Montse (mi fotógrafa) y yo habíamos estado con un caso de corrupción de 9.00 a 6.30 de la mañana en los juzgados, sin movernos ni para comer. Lo de ETA sonaba a broma de mal gusto cuando me llamaron de EFE Madrid para darme la alerta. Otro largo día de verano manchado por las sucias maneras de ETA. Pero resultó bien. Y ese día, sin heridos, sin tragedia. Me fui a casa contenta, satisfecha como nunca. Casi feliz.
Y ese orgullo del trabajo bien hecho no era solo mío. Ni mucho menos. Era de ellos: De mis compañeras de trabajo, Susana López Lamata y María Traspaderne, que respondieron a mi llamada y sin pensárselo dos veces salieron a la calle a por la noticia. Del periodista Alberto Magro, que estuvo al pie del cañón, a escasos metros de las bombas, ayudando en todo momento, contándome por teléfono cada minuto, cada detalle. De la gente de EFE Nacional que estaba ese día en Madrid: Sin vuestros apoyo no hubiera podido. Y, por supuesto, de Montse que, a pesar de haber dormido tan poco como yo y haberme pedido que no la llamara aunque se cayera la isla, respondió al segundo, con unas fotos y una profesionalidad increíbles. Gracias desde aquí a todos porque sois el mejor equipo que he tenido nunca 😉
Escribo esto hoy por primera vez porque espero que no haya mejor día para hacerlo: ETA dice que se va y confío en que lo haga para siempre.
y no vuelvas nunca. Ya has tardado bastante. 43 años. 800 vidas.